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Llegados ciertos años de gremio, todos tenemos compañeros fallecidos. Por cosas como las de la noche del 7 de julio del 2017. Caídas, golpes, electrocuciones, accidentes de transporte… Dedicarse al espectáculo tiene un componente de riesgo. Que pertenece a lo invisible de la profesión.
Nadie va a un espectáculo de sonrisas para darse de bruces con lo que hay detrás. La de compañeros/as que han salido a escena con un familiar recién fallecido. O con dolores de huesos rotos. O embarazadas hasta el último momento. Han salido a escena con tan solo un mundo humano que les sucede.
Pero a diferencia del bombero, del soldado, del reportero, el riesgo del artista pertenece al tabú. Y a la inercia de lo no remunerado.
Un hombre va al médico. Le cuenta que está deprimido. Le dice que la vida le parece dura y cruel. Dice que se siente muy solo en este mundo lleno de amenazas donde lo que nos espera es vago e incierto. El doctor le responde
— El tratamiento es sencillo, el gran payaso Pagliacci se encuentra esta noche en la ciudad, vaya a verlo, eso lo animará
El hombre se echa a llorar y dice
— Pero, doctor… yo soy Pagliacci1.
El “chou”, como lo llamaba mi abuela, ha de continuar. El público acude a tener una vida mejor. Y eso no incluye algo tan mundano como la muerte. Los entierros del gremio son siempre masa madre de soledad.
Te celebramos. Que la tierra te sea leve.
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1 El chiste de Pagliacci pertenece a la novela gráfica Watchmen de Alan Moore.